martes, 6 de octubre de 2009

GRATA CASUALIDAD




Cuando inicié esta aventura de contar mis experiencias vividas en mi incursión a la Romeria de la Virgen del Rocio, comenté los primeros años muy rápidos sin detenerme a relatar las penurias de las primeras escursiones, como creo que ya he comentado en anteriores entradas fuimos por casualidad, llevabamos 4 niños de entre 9 y 13 años, para ellos echamos una espuma y unas mantas, ya que no teniamos donde dormir, sólo el autobús que dejó la puerta abierta, para el que quisiera darse un coscorrón.

Tuvimos una suerte enorme, cerca de nuestro autobús, acamparon familias de Coria del Rio, ellos nos acogieron y nos ofrecieron unas sillas y un hueco junto a su candela, compartieron su cena,café y copa, la noche se nos hizo amena, agradable, bailaron cantaron y disfrutamos de un ambiente maravilloso, nos reimos mucho con el " tio Andrés ", nos contaron muchas cosas de la Romeria, sus tradiciones y los actos que le dedicaban a la Virgen, en sus relatos sentidos y vividos con todo su corazón, consiguieron transmitirnos cariño por una virgen que desconociamos.

A la mañana siguiente, como no teniamos nada de nada, cruzamos la carretera en dirección a la Aldea en busca de un bar donde poder asearnos y demás... al tiempo que desayunábamos nuestro café con tostadas y churros, luego pasábamos por la ermita, a estar un rato con la que a partir de ese dia, se iba a convertir en nuestra guia, nuestra auxiliadora, a ella irian nuestras peticiones y ruegos, a ella, año a año iriamos a darle gracias por acogernos en su seno, nos daba igual no tener nada de lo mas vital para pasar los dias, la teniamos a ella que suplia todas las faltas.

El resto de la mañana la dedicabamos a vivitar casas de hermandad, nos sorprendia la acogida, lo participativo de sus gentes, su compartir sin conocerte, su cordialidad, aparte que llenaban también nuestros estómagos ¡eramos tan jovenes!terminabamos la mañana comiendo todos en el bar La Blanca Paloma con su correspondiente rebujito.

El domingo en lugar de ir a la Santa Misa en el Real, nos ibámos a Matalascañas, disfrutbamos con los niños de un espectacular día de playa. Por la tarde-noche, nos fuimos a la Aldea a ver el Rosario de la Aurora, despues no quedábamos en la explanada de las marismas a esperar el salto de la verja y ver a la virgen en su visita a las hermandades. Entonces vivimos la auténtica exaltación mariana, el fervor que emanaba de sus fieles alli congregados, el cariño de sus gentes, nos embargaba la emoción, unas lágrimas corrian por nuestras mejillas mientras oiamos gritar GUAPA, GUAPA, GUAPA... BONITA, BONITA, BONITA.Eran altas horas de la madrugada cuando volviamos al autobús, a recoger nuestras pertenencias y prepararnos para el regreso.
¡Qué tristeza, la recuerdo como si la estuviera viviendo en este instante, y que alegria por lo vivido, nos despedimos con la promesa de volver el siguiente año

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